domingo, 28 de diciembre de 2014

Entrevista a Julio Kiehl El dirigente que prefirió su pueblo al mundo de la AFA

Ballesterense ciento por ciento y fanático de Talleres de su pueblo, Julio Kiehl acaba de cumplir 70 años. Este es un repaso por la trayectoria de un hombre que entró en la dirigencia por la puerta de atrás y fue elegido cinco veces presidente de la Federación Cordobesa de Fútbol. Sin embargo, nunca resignó su trabajo en la tornería de Ballesteros por un cargo en el “fútbol grande”


Escribe Iván Wielikosielek

Todas las mañanas antes de las ocho se lo puede ver desayunando en el “Hotel Tití”, cuando Ballesteros se parece más a un pueblo del “far west” que a una próspera localidad de la pampa gringa. A esas horas, los únicos que pasan por la calle son los obreros en bicicleta rumbo a la fábrica de cadenas. Y eso le recuerda que en pocos minutos deberá abrir su tornería como hace 52 años. El “Hotel Tití” está en diagonal a su amado Club Talleres. Y antes que lleguen los primeros parroquianos Julio revuelve su café con leche mientras recuerda (seguro que todas las mañanas lo recuerda) aquella tarde en que el equipo volvía de Cintra clasificado para el triangular final del ´81 con una caravana sólo comparable a la del Mundial 78. Los camiones de Quiroga tocaban su bocina de mamut y en una especie de fabuloso carnaval todos cantaban en la vereda bajo el redoblante del “Rengo” Aniceto: “¡¡¡Soooy Talleres/ Sooooy Talleres!!!”. Y este obrero de la información lo recuerda porque también cantó ahí, con apenas diez años. Entonces Julio paga la consumición a Susana y como los demás obreros se va en bici al taller, sólo que él no va en silencio porque su cabeza se ha llenado con los gritos de una hinchada que lo vuelve a estremecer.
Treinta y tres años después de aquel “hito” estoy con “la leyenda” en su mítica tornería de calle Anselmo Vázquez, un galpón larguísimo y oscuro que encajona un silencio larguísimo y oscuro también. Y sentados en la mesa “para los amigos” frente a un ventilador de la segunda guerra y con viejos recortes de fútbol empieza esta charla.
 
-En el pueblo sólo hay fotos tuyas jugando al básquet. ¿Cómo te volviste dirigente de fútbol?
-Fue en el año ´70 y de casualidad. Porque hacía dos años que Talleres no hacía fútbol. Hasta que el Juan Ranco y el Elio Fuentes armaron un cuadro y dijeron “¿Por qué tenemos que jugar campeonatos de barrio? ¡Vamos a entrar en la Liga!” Y me hablaron a mí, que estaba todas las noches en el club y era el último en irme a dormir. ¡Era el más vago, pero también el más discutidor!
 
-Y también porque ellos sabían de tu amor al club…
-Por supuesto. Imaginate vos que mi papá fue presidente fundador en el 45, mi mamá fue la primera presidenta de la Comisión de Damas y yo fui la primera mascota… Además, mi tío Miguel Davico fue quien hizo todo el club… Si por algo se caracterizó Talleres fue por ser siempre una gran familia: los Palmieri, los González, los Martellono, los Davico, nosotros…
 
-¿Y aceptaste el desafío?
-¡Claro! Mi primera ocupación fue ser delegado ante la Liga Bellvillense y en el 73 me nombran presidente de la Subcomisión de Fútbol. En el 78 cambia la comisión porque muchos no cuajaban conmigo y me voy con los de las bochas. Hasta que en el año 80 me vuelven a llamar del fútbol…
 
-Y ahí se arma uno de los mejores equipos en la historia del pueblo…
-Mirá, ese Talleres del 81 no sólo fue el mejor equipo de Ballesteros, sino de la historia de la Liga Bellvillense… Y todos jugaban gratis. Era por amor a la camiseta y a esa gran familia que te decía…  Y entonces, casi como en trance, Julio Kiehl me recita los once versos del poema que más adora en la tierra: “Al arco el ‘Tetelo’ Albiero; atrás el “Piraña” Dequimpe, el Daniel Puccetti, el “Tata” Eusebio y el “Bicha” González; al medio el Jorge Marusich, el “Lalo” Ceballos y el “Kiko” González; y adelante el “Ricardito” Oviedo, el Germán Barrionuevo y el “Guara” López… En el banco estaba el Elio Fuentes, el “Chipaca” González, el “Macheche” Rodríguez, el “Gallego” Ballsells… El director técnico está ahora hablando con vos…
 
-¿Cómo que fuiste técnico y presidente? ¿Eso no es “corrupción”?
-Sí, pero cuando el presidente y entrenador que son el mismo no cobra un peso, más que un corrupto es un boludo… (risas) Pero ojo, fui técnico gracias a los jugadores y que me armaban el equipo. En ese tiempo no había presupuesto para traer un “DT”, así que entre el Elio Fuentes y dos grandiosos exjugadores que eran el “Napo” Nicosía y el “Keloló” Lutterini, hacíamos la parte táctica. Yo me hice en el fútbol con los jugadores y, menos patear una pelota, hice de todo…
 
-¿Y qué significó el 81 para Talleres?
-Fue el año de despegue del club. Porque cuando me quedé afuera y vi los errores que me había mandado como delegado, los capitalicé después. Está bueno que un futuro presidente vaya una vez al banco de suplentes. Por eso cuando agarré de nuevo, lo primero que hice fue pedir un preparador físico, porque habíamos tenido muy buen equipo, pero en el segundo tiempo nos ganaban todos. Así que lo contratamos al “Gallego” Gómez que había sido “profe” de Alumni. El era el único que cobraba… (risas). Ese año hicimos un campañón y salimos segundos en el triangular final; le ganamos a Complejo Deportivo de Posse y perdimos con Sarmiento de Leones, que por ese entonces tenía el presupuesto del Barça (risas)…
 
-Ese equipo de Talleres movilizó al pueblo entero…
-Para que te des una idea, una vez fuimos a Cintra y llevamos 140 vehículos, ¿te das cuenta lo que es esa cantidad? Mirá, se me pone la piel de gallina cuando te lo digo... Fueron todos los camiones de Ballesteros y hasta el Club Tiro y Gimnasia cerró para seguirnos. ¿Sabés lo que era sacar de la mesa de póker a esos cuerpos? Con eso ya me di por hecho, porque era más difícil traerlo a Elías Nasser o Ayis Cura a una cancha que salir campeones...
 
-¿Y cuáles fueron las claves del éxito?
-El amor de los jugadores y el trabajo de dos personas que se incorporaron ese año: el “Pato” Albiero y el “Chivo” Salas. Ellos armaron unas inferiores espectaculares y salieron campeones cuatro veces seguidas.
 
-¿Y por qué no repitió Talleres su campaña en el 82?
-Porque yo jamás le negué el pase a un jugador. Y al año siguiente me los pidieron a casi todos. ¡Demasiado que los convencí para que jugaran un año gratis! El “Lalo” jugaba en el Bell y se vino. El “Chipaca” estaba en Ordóñez y viajaba dos veces por semana. Eramos una barra donde las novias de los jugadores atendían el bufé con las mujeres de los dirigentes. Se armó un grupo humano espectacular que nunca más se repitió.
 
-¿Y cómo se sostenía el fútbol con “presupuesto cero”?
-Yo siempre les decía a los muchachos que el día que nos llueva para el baile de las “Quince Primaveras” nos fundíamos; porque yo daba todos los cheques para el día 22 de septiembre (risas).  No teníamos un mango y hacíamos todo con la chequera...
 
Del pueblo a la AFA y viceversa
 
-A partir de entonces le agarrás el gusto a la dirigencia…
- Claro, porque empecé a hacerme de grandes amigos y a tener referentes de quienes copiar. En el 84 era vicepresidente de la Liga Bellvillense y el presidente Favero, que tuvo un problema, me dice “seguí vos, Julito”. Pero la Liga es un trabajo burócrata donde te pagan todo; no era “poner el pecho” como acá sin un mango, que era lo que me gustaba a mí. Al ser presidente de la Liga tuve representatividad en Córdoba y me eligieron en la Federación cinco veces seguidas, del 96 al 2001. Ese fue mi último cargo y me retiré.
 
-¿El siglo veintiuno no era para vos?
-Capaz que no porque desde entonces las cosas cambiaron mucho. Se perdió el espíritu amateur. Cuando estuve en la Federación viajé a Chile representando a la Argentina en un congreso de fútbol amateur, precisamente. Fue una de las cosas más lindas que me pasó como dirigente.
 
-Recién hablabas de tus referentes ¿quiénes fueron?
-Muchos, pero te nombro a tres importantísimos. A Juan Carmona, que fue 19 años presidente de la Liga Villamariense. A Juan le ofrecieron la Presidencia de la Liga Cordobesa con un sueldazo y les dijo que no porque él defendía al interior. ¡Decime qué tipo hace eso hoy! Otro dirigente espectacular fue Daniel Esper, que dejó la vida por Alumni. Y también Leo Ambrosino, un tipazo.

-También me hablaste alguna vez de Emeterio Farías…
-A Farías lo admiré por el enfrentamiento que tuvo con Grondona cuando denunció “los Falcon” en la Liga Cordobesa. Pero cuando lo conocí a Grondona todo cambió. Lo fuimos a ver en el 90 para que las ligas volvieran a ser “fijas” y no “adherentes”, como había pasado con los militares. 

-¿Y qué opinión te merece Grondona?
-Un señor. Tuve unas diez reuniones con él y aprendí de fútbol más que en toda mi vida. Era un tipo que estaba adelantado a todo. El error suyo fue no haberse ido diez años antes. Al interior le dio un montón. Si hoy Alumni, Alem, Sarmiento o el Bell tienen la posibilidad de llegar a Primera, se lo deben a don Julio. Pero ojo, no me gusta cómo está organizado el fútbol argentino.

-¿Y cuándo empezó ese problema?
-En el año 31, cuando la AFA profesionaliza el fútbol y crea el “Campeonato Argentino”, con todos los equipos de la Capital, cuatro de Rosario, dos de Santa Fe y dos de La Plata… ¿Y Córdoba no era de Argentina? ¿Y San Luis, San Juan y La Rioja? Nunca hubo federalismo en el país excepto en tiempos de los Nacionales y ahora con el Nacional B. Yo pienso que tendríamos que copiar a Brasil, que juegan el torneo por Estado y después el “Brasileirâo”. Ellos sí que son federales.

-Sin embargo, Córdoba tuvo grandes equipos, como el Talleres del 78…
-Sí, pero ese fue el comienzo de la debacle. Porque al aceptar la “invitación” de la AFA, Amadeo Nuccetelli dinamitó los cimientos de la Liga Cordobesa. Ya no mirábamos para adentro, sino para afuera. Nuccetelli dijo que firmó porque lo vinieron a buscar en “Falcon” y lo obligaron, pero Emeterio Farías dijo que los milicos lo vinieron a buscar a Nuccetelli en limusina. 

-Pero en el 78 tuvimos la selección más federal de la historia…
-Es que Menotti fue una bisagra en el fútbol argentino. Anduvo viendo jugadores por el interior cuatro años antes del Mundial, armó la selección juvenil con el mismo rigor que la mayor y pidió a los jugadores seis meses antes. Hizo el trabajo perfecto. Pero eso no quita que el interior se haya debilitado.

-¿Y Kempes? ¿Por qué pensás que nunca tuvo la prensa de Maradona siendo fundamental como Diego para ganar un mundial?
-Yo a Kempes lo conozco de la liga y era el chico más bueno y callado del mundo. Y siguió siendo así toda la vida. Nunca fue mediático. Una noche compartí una mesa con él, Willington y Dertycia. Casi me comí el tenedor por mirarlos a ellos… (risas). Y Willington le decía a Kempes: “¡Tomá vino, Mario!”. Y él, muy tímido, le decía: “No, gracias, Daniel”. Y se servía gaseosa...

-Hablando de la AFA, ¿fuiste muchas veces allá?
-Sí, tuve algunas reuniones importantes, pero lo mejor que me pasó ahí fue en el 95, cuando en un ascensor me lo encontré al “Perro” Arbarello, que jugaba en San Lorenzo. ¿Vos te imaginás a dos “negritos” de Ballesteros cruzándose en un hall de la AFA? Después nos fuimos a comer juntos y nos trajeron una milanesa más grande que el plato. Y el “Perro” me dijo: “Mirá si hubiera tenido de éstas cuando era chico” (risas)... Un fenómeno, el Javier... En Ballesteros hubo muchos cracks; el “Licho” López, el “Cebolla” Rodríguez, el “Cabezón” Flores, el Sandro Cepeda… Si ellos hubieran hecho la mitad del sacrificio que hizo el Javier, todos habrían sido de Primera…

-Te podrías haber ido de Ballesteros y trabajado en Córdoba o en la AFA, ¿por qué no lo hiciste?
-Porque tenía que elegir entre ser dirigente o ser tornero. No podía hacer las dos cosas juntas. Y siempre fui un poco miedoso y no quise arriesgar el trabajo de mi vida ni el tiempo con mi familia, mucho menos el pueblo… Me daba vergüenza que alguien me encargara un trabajo y al ver el taller cerrado, dijera “¿y ese vago dónde se metió?” Por eso, cuando llegó el momento en que me pude haber ido, no me animé, no quise. Y me quedé acá… 
A las dos de la tarde puntual como las campanas de la iglesia Julio va de su casa al club a tomar el café de la siesta y jugar su partido a “la mosca” con los amigos. Se lo puede ver con su bicicleta lenta y su ropa de fajina. Luego, a las cuatro en punto, abre el taller de cuya caverna oscura salen voces de radios futboleras. Y entonces llegan más amigos que lo cargan por el presente de Boca o de Alem de Villa Nueva (sus dos amores amén de Talleres). Entonces le ceban mate al muchacho que aprendió tornería en los talleres de Davico y al hombre que se recibió de dirigente de fútbol en la universidad de la vida; pero también al expresidente de la Federación y al DT que sin saber táctica armó el equipo más recordado del pueblo. Y sobre todo, charlan con ese hombre que acaba de cumplir 70 y al que todo el pueblo y el mundo del fútbol de la zona saludó en el club como a un hermano, en una fiesta sólo comparable a las “Quince Primaveras”. 
“Quiero que pongás eso, que el club me prestó las instalaciones y se portaron de diez conmigo; que los exjugadores y la gente del pueblo sigue siendo mi familia, como todo Talleres. Por eso nunca me arrepentí de no haberme ido a la Liga Cordobesa ni a la AFA. Por eso sigo acá. Porque ésta es mi casa”.

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