martes, 2 de abril de 2013

Carta para reflexionar ¿Por portación de rostro o barbarie?

 
 
¡Dudé bastante!... antes de escribir estas líneas, pero finalmente quiero con esto defender el derecho del ciudadano a transitar en la vía pública y por la Argentina, como lo respalda y garantiza la Constitución de mi país. Y sobre todo, el uso del sentido común hacia nuestros semejantes.
A minutos del inicio del partido del pasado domingo 31 de marzo, ubicado junto al alambrado detrás del arco y a mis espaldas, una tribuna colmada de personas viendo el partido en la cancha (Plaza Ocampo) y disfrutando de Alumni- Racing, se me acerca una mujer policía y me pregunta de dónde soy, le contesto con la verdad, soy de Córdoba capital, tras lo cual me toma del brazo y me conduce hacia afuera de la cancha. Por supuesto tratando de no entender razones, justificaciones fehacientes de mi parte. Realmente una actitud potenciada en la intransigencia.
Una vez afuera de la cancha, varios policías, jóvenes, entre ellos uno manifestó ser cabo… Al nombre no lo recuerdo y tampoco deseo denunciar a la persona, pero sí sobre el accionar de la fuerza, que me preocupa sobre todo la vehemencia en el trato, que parece desmedida. Descuento que será producto del adoctrinamiento en la fuerza, tal vez imitando a quién sabe qué task force de alguna serie policial tan truculenta en estos días.
Los jóvenes policías me ubicaron en la vereda de enfrente al estadio con otros integrantes, aparentemente “hinchas” de la Academia cordobesa.
Durante la espera, con testigos que acreditaban mi permanencia en Villa María y haciendo oídos sordos a justificaciones de un compañero de trabajo villamariense, que ocasionalmente transitaba por allí, y que también pidió clemencia hacia mí, por supuesto tampoco fue escuchado. Y desconociendo la Cédula Federal, carné de prensa, tarjeta de sindicato y obra social de prensa, carné de trabajo en un diario de la cuidad de Córdoba y el relato que hacía varios días que estaba hospedado en un conocido hotel cercano a mi trabajo (asesoría y capacitación para este matutino), corrí la suerte de los hinchas, que los subieron al patrullero y se los llevaron a la Comisaría. 
Evaluando la situación y ante la frustración de no poder disfrutar el espectáculo deportivo y considerando una pérdida de tiempo seguir allí junto a mis captores y dejando en claro que todo estaba tranquilo y que lograron su objetivo de sacarme de la cancha, decido retirarme del lugar y continuar mi vida.
Mi sorpresa fue que, al dar el primer paso para retirarme, me retiene del brazo el “cabo…. ¿?” al cual se sumaron otros policías.
¿Me había convertido en un delincuente armado…? A pesar de que mis manos estaban vacías. Menos se escuchaban razones, sentido común, la tolerancia totalmente ausente, estábamos al límite de la sinrazón.
Sorprendido por la actitud de no permitirme transitar por la vía pública, seguí esperando con tono más elevado de voz, ante lo cual me doy cuenta de que querían incriminarme y hacerme salir de mi juicio. A mis 55 años, lo pensé mejor.
Pero no terminó allí mi sorpresa, cuando llegó el móvil para llevarme a una averiguación de antecedentes (a esa hora hasta el choripanero ya sabía quién era y lo que hacía allí, menos la imprudencia y atropello de jóvenes de carrera), ellos, jóvenes policías, denunciaron mi accionar como resistencia a la autoridad a los conductores del móvil, a esa altura, rodeado por seis policías y con la puerta abierta me dicen de forma firme y amable: ¡va con nosotros o lo llevamos!
Sólo me quedaba recibir el golpe de un bastón de goma para introducirme dentro del móvil. Allí y sabiéndome rodeado, me dije: “Esto seguro que terminará en un ACV y seguro los gastos por la salud y el mal momento no serían reconocidos por nadie”. Subí al patrullero y terminé junto al calabozo esperando que averigüen lo que mis carnés y Cédula Federal acreditaban. Empezó el cuestionario de rigor. Se acercó un subcomisario que estaba a cargo de la Comisaría, que tuvo clemencia de los años que llevo encima y pidió autorización a un superior por celular, lo que fue aprobado y charlando con él finalmente nos enteramos de que éramos vecinos pues habitamos el mismo barrio en la ciudad de Córdoba.
Finalmente decido regresar a la cancha a contemplar el resto del partido. Sólo pude ver uno de los cuatro goles convertidos en la jornada, o sea, que me arruinaron el espectáculo. Al terminar el partido y al retirarse la gente, veo en la tribuna destinada a la hinchada visitante sólo a ocho hinchas racinguistas vestidos con los colores y camisetas de su club y coreando intensamente a viva voz el triunfo de su equipo.
Y… justo allí, me pregunté, esos nóveles policías no habrán estado del lado equivocado y allí hacer valer lo que aprendieron de un adoctrinamiento de la fuerza. Pero realmente me retiré preocupado porque, sin sentido común y respeto, nunca tendremos un mejor futuro.
Gracias por dejarme expresar en su matutino la vivencia y espero que alguien haga algo por la tolerancia y la convivencia, sobre todo a jóvenes de carrera.
 
* Luis Yong es un destacado diseñador gráfico de la provincia, con una trayectoria intachable en medios de todo el país. Cada mes viene a la ciudad para realizar durante algunos días tareas en nuestro matutino y el domingo, para distenderse, sólo quiso asistir a Plaza Ocampo para ver un partido de fútbol.


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